miércoles, 19 de mayo de 2010

QUIZÁS

Faltan 5 minutos para las 9 de la mañana, por alguna extraña razón desde hace ya varios años, siempre este día me despierto antes que el reloj.

Dentro de la cama de desperezo, me estiro y vuelco la mirada hacia la puerta de mi habitación, allí me espera mi capa verde, aquella capa que me espera todo un año hasta llegar el momento de vestirla en procesión con mi Virgen de la Esperanza, y me doy cuenta de que me hago mayor, y recuerdo con nostalgia aquellos años que mi padre me despertaba y mi madre con cuidado me planchaba la capa para tenerla lista para la procesión, ahora me despierta un reloj y yo soy el encargado de tener a punto la capa. Ahora soy yo el encargado de tener a punto mis enseres de procesión, plancho las túnicas y la capa, limpio la vara y el farol, preparo sandalias y pañuelos…etc. Pero aunque en la práctica haya cambios en esencia sigue siendo lo mismo y tengo a mis padres siempre detrás “plancha esta arruga”, “el año que viene hay que bajar ese bajo”, “llegáis tarde, ¿a qué hora te vienen a buscar?”, es jueves santo en mi casa, el día más grande de todo el año.

Suena el despertador, llega el momento de levantarse, ahora es cuando me doy cuenta de que la falta de sueño va haciendo mella en mi cuerpo, pero en semana santa se aguanta todo, aunque todavía quede lo más duro por llegar, y los hombros tendrán trabajo extra este año.

Después de la ducha y el desayuno me pongo mis mejores galas, que además de ser jueves santo, este año me estreno como cargador, pantalón y zapatos negros y americana y camisa cómoda, ahora es el momento de ponerme la túnica y la capa verde esperanza que tanto me ayuda en malos momentos.

Llama mi primo al teléfono, hay que bajar a Cabañales la Virgen nos está esperando, pero antes hay que hacer una pequeña parada. Mis dos primos y yo llegamos a la salida de la procesión y alzo la mirada para buscar a mi amigo y allí le veo: “hermano, un año más, ahora sí ya estamos todos, vamos a la fila.

Comienza la procesión y por la puerta de Cabañales ya veo a mi padre y mis hermanas con las rosquillas que comeremos ese día, compradas a las monjas y los amarguillos que tanto le gustaban a mi abuelo.

Llegamos al río, y pasamos el puente de piedra, donde en mi primera procesión pensé que perdería el caperuz. Al final del puente, siempre pienso lo mismo, y cuento los años que hace desde que viví aquel martes santo, el peor despertar de mi vida. Amigo aunque el río te llevara antes de tiempo, no te olvido, nos veremos en el más allá.

Justo empezando Balborraz comienza a sonar La Saeta, y en un rincón encuentro a mi tío casi escondido, como queriendo que no nos lo encontremos, pronto entiendo porqué, sus lágrimas empiezan a resbalar por sus mejillas al paso de la virgen, comprendo que es su momento, no quiere perderse a su virgen, la que tantos años acompañó en San Andrés.

Más adelante puedo vivir un momento mágico en la semana santa y es ver subir a la Virgen de la Esperanza mecida a los sones de la saeta, por la cuesta más famosa de la cuidad.

Casi en la Plaza Mayor veo a mis tías y primas, que acabarán de preparar junto a mi tío la comida que degustaremos después de la procesión toda la familia.

Llegando a la catedral se juntan varios sentimientos, primero pena por no poder volver a vestir mi capa verde y acompañar a mi virgen hasta dentro de un año, y segundo las ganas de quitarse el caperuz, que todos los años me levanta dolor de cabeza, y es que soy de los nostálgicos, me niego a cambiar mi doloroso cartón por una cómoda rejilla.

Al finalizar estarán mis padres allí, pero busco a mi novia para darle un beso, pero antes de salir del atrio no puede faltar un abrazo con los compañeros de procesión y el típico: “salud para otro año”.

Ya en casa de mi tía no pueden faltar sus famosas croquetas, el bacalao y los deliciosos dulces de mi prima. Después de la comida me empiezo a poner nervioso, y no paran de venirme preguntas a mi cabeza ¿irá todo bien?, ¿seré capaz de soportar el peso?, ¿aguantaré las lágrimas? Este año será diferente a todos los pasados, dejaré mis partituras en casa, este año no veré la trasera del Olivo, ni desfilaré con su paso, este año comienzo como cargador de El Prendimiento que me espera en su rincón del museo.

Llega el momento y me preparo para la procesión de la tarde, cambio mi pañuelo de La Esperanza, por mi pañuelo liso de seda, mi primer pañuelo, con el que comencé a ser cofrade, con él comenzaré también a ser cargador. Ella me da los últimos retoques al pañuelo, me coloca el cuello de la camisa y me pregunta: “¿está todo?” asintiendo le doy un beso y ella me despide con una sonrisa de las que me tiene acostumbrado.

Camino del museo me voy poniendo más nervioso, pero con el orujo de hierbas del Motín de la Trucha se apaga un poco antes de entrar al museo. Nunca había visto el museo tan repleto de gente, unos van de un lado hacia otro buscando alguien que falta, otros se abrazan y llego delante del Olivo, me paro delante de él antes de ir a mi lugar de este año, no puedo dejar de pararme delante de el paso que tantos años he acompañado y que tanto cariño le he cogido, con unas breves palabras me despido, y pongo mis ojos en el paso que voy a llevar esa tarde sobre mis hombros, y que llevo años esperando para tenerlo encima, este año por fin lo voy a lograr. Me quedo un rato mirando las figuras de Jesús y de Judas, hasta que me avisan que tenemos que entrar, busco mi sitio y me coloco entre mis dos almohadillas, dentro todo huele a madera, ya estoy dentro me digo para mí, ya no hay vuelta atrás.

Rezamos un padre nuestro y oigo la voz del jefe de paso que desde fuera nos dice: “El Olivo acaba de levantar” rápidamente nos colocamos todos, “¿estamos? ¡una!,¡dos! y ¡tres! ¡arriba! Por un momento pensé que no sería capaz de levantar, pero al subir no me parece tan pesado como creía, comenzamos a andar, “¡todos a la derecha!” todas esas instrucciones que siempre he escuchado desde fuera se escuchan diferente desde dentro, y me siento orgulloso de estar ahí dentro y en ese paso, me doy cuenta de que he decidido bien el paso en el que formar parte. Se empieza a escuchar La Cruz, la procesión ya está en marcha y pronto El Prendimiento estará en las calles de Zamora.

Comenzamos a ver la luz por los agujeritos de la mesa, y algo de aire fresco entra por ellos, me doy cuenta de que estamos saliendo, la banda de Olmedo suena ahora para El Prendimiento, para que sus cargadores acunen el paso camino de la catedral, Nuestro Padre Jesús, Jesús Preso, Mater Mea, el peso del paso lleva varias marchas sin ser tan liviano como en la primera levantada, pero aunque el peso se va clavando en mis hombros yo cada vez voy disfrutando más, y saboreo cada paso, cada giro y cada instrucción que nos va dando el jefe, aunque tengo un as en la manga y la petaca de mi bolsillo también ayuda a mover el paso.

Suena Mektub para entrar en la Plaza de la Catedral, si me concentro todavía puedo escuchar a mis compañeros tocar Getsemaní y me pregunto cómo les habrá ido la procesión, con pasito corto y sin moverse vamos entrando en el atrio para “aparcar” el paso y lo bajamos bien colocado en su sitio. Rápidamente salimos hacia afuera, ya hacía falta el aire fresco de fuera, me encuentro cansado pero con ganas de más, sé que queda la mitad de la procesión pero me gustaría que los momentos que estoy viviendo no se acabasen nunca.

En la vuelta los hombros se han quedado fríos y les cuesta volver al trabajo, pero da igual yo no bajo mis hombros ni un ápice, aunque luego tenga que estar una semana sin moverme. Todo va llegando al final, pasamos la Plaza Mayor con Getsemaní una de las mejores marchas para un cargador en uno de los mejores momentos para lucirse bajo un paso, miro a mis compañeros, concentrados, algunas miradas cómplices animan, y pasito a pasito hacemos las delicias del jefe, dejamos atrás la plaza, ahora sí que llegamos al final, el momento culmen de la procesión, donde otra vez se vuelven a juntar varios sentimientos, las ganas que tengo de vivir por primera vez la entrada al museo, y pena por que se acabe mi primer año.

Hacemos fondo, el último fondo, y levantamos por última vez, suena La Saeta, ahora es el momento de El Prendimiento, caminamos lento, sin movernos prácticamente, se escucha el silencio bajo el paso, solo roto por las indicaciones del encargado, y justo cuando llega el solo de trompeta, se arrancan los primeros aplausos, aunque no soy admirador de ellos admito que en ese momento ayudan. No puedo aguantar más la emoción y las lágrimas brotan de mis ojos, es una mezcla enorme de sentimientos y de pensamientos.

Los hombros me piden parar, pero el corazón empuja mucho más fuerte hacia arriba, pasamos la rampa y paramos un momento, el último momento, como si quisiéramos retrasar la acción que representan las figuras que portamos y ahora sí andamos dentro del museo, la música y los aplausos van quedando atrás, la procesión ha terminado y mi deseo de ser cargador se ha hecho realidad, solo espero que me queden muchos años por delante para poder vivir lo mismo bajo el mismo paso.

Salimos del paso y los abrazos, corren entre los hermanos, nos hacemos la foto de familia y nos citamos para vernos bajo el paso al año siguiente, solo me queda una cosa por hacer; salir del museo y besar y abrazar a mi novia que allí estará, me habrá visto durante la procesión, seguro que sus lágrimas también has corrido por sus mejillas, ella quería verme bajo El Prendimiento casi tanto como yo. Lo hemos conseguido.

QUIZÁS ese jueves santo llegue en no muchos años…

9 comentarios:

  1. Quizas me estoy haciendo mayor. Estas cosas, vuestros escritos, me emocionan mucho mas que hace años. ¿Sera la edad?. ¿Será lo bien que lo contais?. No se, el caso es que me emociono, ... ... me emocionais.

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  2. Gracias por el alago, simplemente es la necesidad de escribir y contar los textos que me rondan la cabeza.
    Me alegro de que te guste y espero que te gusten los próximos textos.

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  3. Madre mía, que artículo más bueno. Es excelente, hasta me he emocionado. Ojalá tengas suerte y en pocos años consigas lo que quieres.
    Espero y deseo que segas escribiendo a menudo, tan bien como lo has hecho.
    Gracias Alejandro por dejarnos leer estos maravillosos textos.
    Saludos

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  4. Gracias yo tambien espero que pasen pocos años para esto.
    En breve habrá más textos.

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  5. Gracias, cariño por dejarnos tus emociones que algunas con el paso del tiempo y de los años, se han ido convirtiendo en comunes.Por hacerme pensar en el pasado y en el futuro, un futuro que quiero seguir compartiendo contigo, porque sabes que yo también quiero ese beso después de tu primer día de cargador como también sabes que emocionará ver al Prendi contigo, mucho más de lo que lo hace cada Jueves Santo (y ya sabes que es mucho).Sigue escribiendo. Besos.

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  6. En muchos momentos has conseguido ponerme la los pelos de punta.
    Enhorabuena, porque has entrado en un paso con mayusculas

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  7. Gracias por tus palabras Roderico.Se que le tienes mucho aprecio al paso y a sus cargadores, espero conocerte ý verte en el museo el día que llegue este jueves santo.

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  8. gracias hermano. Malco

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